De noble abolengo heredó el de Clavijo junto con los títulos y la residencia de sus mayores tantos pesados doblones, que muy sobrado de ellos, después de haber hecho varios legados y caridades decidió para su seguridad enterrar el resto de su fortuna en los terrenos de la casa que en aquellas épocas lindaban con los caminos de herradura.
Con pretexto cualquiera, mandó el caballero a fabricar bajo el escalón de la puerta que daba a los traspatios de una bóveda donde poco a poco fue enterrando sus tesoros.
Dice la fábula que aquel lugar era precisamente el corral de la casa donde había un gallo madrugador único testigo del escondite, ya que su dueño aprovechaba las horas de alba en que creía que todo el mundo dormía, para enterrar las botijas llenas de oro.
Se desconoce la causa, pero el hidalgo pasó a mejor vida sin haber tenido tiempo de revelar su secreto, y la enorme mansión lujosamente amueblada fue repartida entre los dos únicos parientes lejanos que había, quienes quedaron muy satisfechos con la herencia pensando que su noble deudo se habría gastado las onzas de oro en aquellos legados y caridades.
Cada uno por su parte empezaron a hacer reformas en la casa que pusieron en venta, decidiendo entre otras muchas cosas deshacerse de los animales que les estorbaban, y después de malbaratar galgos y podencos le ordenaron al sirviente que matará al viejo gallo que vivía solo en el fondo del traspatio.
El muchacho compadecido del pobre animal lo puso sobre el escalón de la añosa puerta y lo tapó con un canasto, yendo a decir a los amos que sus ordenes estaban cumplidas.
Cuentan las consejas que aquella misma noche, cuando el compadecido mozo fue por el gallo para llevarlo al corral de su pobre casa, el animal cantó dos veces con voz humana diciendo... "Debajo de este viejo escalón, enterró sus doblones Don Ladrón de Clavijo y Mauleón"
Dueño del secreto el sirviente sacó las botijas repletas de oro y con el tiempo compró la mitad de la casa mandando a poner en la parte de afuera la figura de un gallo que narran los relatos antiguos estaba vaciado de oro. A los pocos años, en la contra esquina un misterioso y acaudalado señor que vino a la Villa de Córdoba construyo otra casona adornando sus paredes con una extraña máscara, y el lugar empezó a ser conocido en el poblado como la encrucijada del Mascarón y el Gallo de Oro. Las leyendas aseguran que por las noches las dos figuras hablaban narrando viejas historias de la Villa de Córdoba.
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La Máscara ubicada en la escuela Ana Francisca de Irivas mejor conocida como "LA MASCARON"